Descripción
Si tuviera una cabeza perfecta y la gente se volviese
en la calle para mirarme, ¿crees que estaría aquí ahora
escribiendo estas palabras y moviéndote la boca?
Si no tuviéramos nada que demostrar más que el amor
o yo te pudiera explicar la ley de mi pasado,
nada habría ajeno a ti y a mí excepto mis muebles.
Y si es absurda la existencia,
¿por qué tengo el don de descifrarla?
¿Qué me obliga a asegurar
que todo lo que hago
no es parte sino del sueño
que sólo algunos alcanzan a eyacular?
Quiero estar en todas partes
y ser en todos los tiempos,
pero al fin no puedo estar
al cuidado de todos los propósitos
que caen o todas las piedras que ruedan.
Reconozco que he sido perfecto,
pero recojo los hábitos y vuelvo
al mismo camino,
el mismo camino de siempre,
las mismas miradas de siempre,
los mismos reflejos de siempre
abanicándose en una repetición
constante y aguda para mi ansiedad,
como un cuchillo clavándose en la noche
abriendo espacios en mi frontera
y surcos azules en mi mente,
ágil y voraz que no se inquieta,
suscitando memorias perdidas
en el vaho absurdo de todo espejo
y toda existencia.
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