Descripción
JUNIO
La luz del día nunca sacia.
En junio –incluso hacia el final–,
con el tiempo inestable, el aire aún fresco,
nos ilusionamos con que los días
deben crecer aún,
así como esperamos
que venga el verdadero calor,
el firme e intenso de la canícula.
Pero un atardecer de julio
–la tierra está agrietada,
el aire seco, quemado por la aridez,
el cielo de un azul compacto,
sin una fisura–,
mientras aún nos embriaga
el coro de las cigarras,
de pronto nos percatamos
de que ya está cerca, imprevista a aquella hora,
la larga hora crepuscular.
Julio, el mes más fuerte,
de más plena salud,
se revela asediado por el acortamiento
lento, pero inexorable de las jornadas.
Y casi nos parece increíble
que fuera el juvenil y voluble junio
el que nos regalaba los días más largos,
el que nos hacía los dones más copiosos de luz.
(20-23 junio de 1988)
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