Descripción
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Somos edificios, cámaras
sensibles a su voz y al eco.
A lo íntimo, en lo indecible
de la vida. A lo secreto.
A los amigos, a ti,
lo que el árbol, Eva, oculta
es que soy un animal
herido. Y en el ombligo.
Quema, como arrancada
el alma con la piel.
Evaporada, la dichosa herejía,
la más absurda: el alma.
¡Es la enfermedad cristiana!
¡Ponedle paños calientes!
Lo que nunca ha existido
quiso un cuerpo. Y vivir,
vivir no quiere
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