Descripción
Mientras escribía lentamente las letras como si las dibujase, el hombre que la había remitido sentía entrarle por las narices el olor pesado y ceniciento de la tarde, un olor de navíos, de herrumbre guardada, de galpones oscuros y cerrados donde se acumulaban géneros alimenticios destinados al embarque, de residuos verdosos y gelatinosos que el mar vomitaba en las playas, del salitre que cubría imperceptiblemente las fachadas de los edificios como si fuese transparente pátina marina. Pero a veces era como si el mar no existiese, y él viviese entre las piedras, en un nido de víboras.
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