Descripción
Frente a la enorme puerta te detenías.
La noche te apretaba los riñones
y un agua clara y tibia corría hacia tus pies.
Había luz en las rendijas, voces
apagadas, secretas; torpes ruidos
que no debías oír. Quizá ese pedregoso
suspirar fuera llanto. Quédate allí en cuclillas,
silenciosa. No tiembles.
Pronto pasarás esta puerta. Para siempre.
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