Descripción
Y luego ella incrimina al dormir y al reposo.
Y a sus ojos ordena en lo futuro
ser ciegos. Y despierta
su corazón pegándose en el pecho,
y lo invita a saltar lejos de sí
hacia un alma también pura, donde lo acoja
un seno menos sucio.
Furiosa de dolor, Lucrecia exhala
de esa manera su odio
al silencio invisible de la noche.
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