Descripción
Pero cuando los meses y los días llegaron a su término,
con el transcurso del año, y se sucedieron las estaciones,
ella tuvo una criatura, que a los dioses no se parecía, ni a los mortales:
el terrible y siniestro Tifón, azote de los mortales.
Enseguida lo recogió la de ojos de novilla, la soberana Hera,
se lo confió al punto, llevando una calamidad a otra calamidad, y esta acogió
a aquel, que muchos daños causaba a las ilustres estirpes de los hombres.
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