Descripción
CUANDO me paro a contemplar mi estado
y releo los libros que has escrito
comprendo que mi amor está maldito:
dime, dios mío, ¿qué hago yo a su lado?
Distraigo mi estupor desesperado
encubriendo la llaga donde habito,
apretando los dientes, sin un grito,
como un ser miserable y educado.
Pero a veces me invade un sentimiento
de alta inutilidad y de derrota,
de fiera acorralada y malherida,
y esa fiera no es más que un pensamiento,
un ansia que la ciega y la agarrota:
quiere arañar y herir como fue herida.
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