Descripción
XLII
Supongamos que por milagro,
sí, si ella, por algo extraordinario,
viniera digamos durante una hora
entre nosotros, si de regreso de ahí
donde se hace la carne dada al día
yo la encontrase, a mi madre
en el umbral de la puerta, una sonrisa
subiéndole a los ojos, o bien
en su sillón instalado ante
la ventana que da a la calle y al
atardecer, la labor de punto
apartada, volviendo su cara hacia mí,
el de tiempo atrás, ¿qué palabras
a nuestros labios, qué palabras, sí, qué decirle
a quien de muerte a vida pasó?
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