Descripción
Un amigo ciego te toca el rostro
Hay un breve instante de silencio
luego
extiende la mano,
toca la silla que está frente a él,
se inclina.
Ofreces la cara
sin cerrar los ojos.
Las manos trepan por los brazos, recorren los hombros.
Lo primero que sientes: el olor a trementina,
la sequedad de la piel, la dulzura
no acompaña
al grosor de esos dedos,
algo flota a un milímetro
de ti, un halo
una saciedad de la materia.
Te toca los labios, la nariz, los párpados,
las cejas.
Y ahí en la sombra, en la fisura estelar
de su cerebro
algo le hace sonreír al ciego,
pero no sabes qué es.
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