Descripción
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Quiero una beldad arisca,
beldad con rizos, ¿qué rizos!
Deliciosa, de cierto, de abrazar
y sorber los finos labios.
Cuando en la calle te encuentro,
empieza el corazón a hervirme,
y ya no sé adónde voy.
Pruebas sufren corazones,
yerran, hacen pecados;
aman y el cuerpo se derrite;
mas, ocultos por el pecho,
luego pasa lo que pasa.
«Amado, oye, a ti te digo:
mucho me dejas y atormentas.»
Dijo: «¿Qué es esta entrada?»
«Voy a mostrarte las cosas;
si eres injusto, yo no.»
Hijo mío, para mí luna fuiste
creado; para otros, seducción:
a todos tu unión alegra,
y bien te queda engreírte,
y es tu unión alegría, ¡qué alegría!
Al acercarse la noche,
marcharé a esa gacela;
clamaré, entrañas ardiendo:
«Amigo, por Dios clemente,
un besito al siervo que visita!»
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