El cuerpo como un inventario de pérdidas, de vulnerabilidades y de ausencias. Lo que se descompone, lo que nos falta y no regresa, lo que por eso también debe contarse. La catástrofe necesariamente expuesta, ante la mirada del lector-poeta o del poeta-lector que aquí se funden irremediablemente. Los ecos de un declive nos llegan en este poemario que es en sí mismo, un testamento de lo que es posible salvar. La materialidad de una vida, de una existencia que se considera relevante, tal vez, a través de lo que aún nos queda más que de lo que nos falta, de los demás como único asidero. Y de la lengua como única tabla de salvación: «otra hora, otro idioma, otro paisaje».
Me gustaría invitarles a leer esta pequeña selección hecha para Animal Sospechoso. Los poemas escogidos responden a la afección personal, he reunido aquellos que a mí me tocaron más como lector. Sin embargo, el libro tiene mucho más que puede interesar a ese lector que eres, ya lo dice el poeta: «entre nos, nada», así que, ve sin miedo. En la decadencia hay belleza, hay regusto.
Ya lo dice Mario Ángel Quintero: «No hay cómo navegar / el tumulto vasto de las nubes / para llegar a lo pegajoso y picante / del sol». ¡Anda! ¡Ponte las alas, Ícaro!
Presentación del libro: https://www.youtube.com/watch?v=YvTnuz73pXA
[El peso de algo visto]
El peso de algo visto,
no importa cuándo, cae en
el golpe que recuerda,
vacía las manos de las vigas,
tuerce el alcance del gesto,
de desplomada en desplomada
impregna los escombros,
siembra la esquirla
en algún trozo del hueco.
Un cuerpo arrojado empuña su torso,
el suspiro se riega en alfileres,
tantos trazos los atrapa la luz,
lluvia que se extravía en brizna,
el efluvio de la refulgencia
de estos huesos, o quizás
solo del aleteo de sus costillas
en el aire a su alrededor.
Enunciar la lluvia
Pena errante,
esta noche no te daré posada.
Mi casa está en desorden.
En las habitaciones
la sangre se pierde
bajo el frío insistente.
Caminar sobre tierra nueva,
donde la montaña misma
se deshizo y de nuevo
brota heridas, pelecha y se arrincona.
Las vísceras del día
corren y se caen,
ilegibles entre carros,
son recogidas por momentos,
un juego de catápiz,
algo robado por los perros.
La madrugada huele a guardado,
pero no hay reposo.
No hay cómo navegar
el tumulto vasto de las nubes
para llegar a lo pegajoso y picante
del sol.
Pero el verde es incansable.
Aprende a comer del gris.
Exhaustos, los niños
se quedan dormidos en los pasillos,
sus bolsillos llenos de frutas,
sus labios manchados y oscuros,
sus voces escondidas entre sus costillas.
[El cielo]
El cielo,
vaina de continuar,
semilla sencilla,
mano pequeña
que encierra
la moneda grasosa.
El aliento pulsa con el ritmo
de ramas contra ventanas.
Todo es atravesado
por raíces.
Gusanos (después)
Llenas de lo nuestro,
llenas del momento,
ni ellas ni nosotros
sabremos el color
de las lombrices,
aunque entren,
como la belleza,
por la carne del ojo.
Tampoco sabremos
si las tiñen
los recuerdos
de lo que comen.
Pero al roer
los nudillos quietos,
y al astillar
el hueso incrustado,
sueltan potencialmente
un alimento ahí sellado
en la médula explosiva
de una historia de contusiones.
Las estrellas son semillas.
El hambre germina la noche.
Bifurca
Lo firme se muele.
Lo blando se deshace
mientras flota sobre el agua.
Las palabras se han tragado
las anclas y los sitios.
La sensación de ti
se fue de cabezas.
El fiasco del cráneo
se abre como una flor.
Un relámpago parte el momento.
Nombre y rasgos caen en calambres:
otra hora, otro idioma, otro paisaje.
Una serie de huesos y escaleras invisibles.
Envuelto en la colcha del día,
respirar es un remiendo,
vivir es inventar,
recordar es tapar con retazos,
recortes de sueños y visiones.
¿Cómo habitar entre las versiones?
Extensiones hacia variaciones.
caprichos dados vida.
Mutaciones nacen desde una lógica.
Un gesto tendido
a alguien que no está.
Una conversación en zumbidos
con un insecto gigante vestido de frac.
¿Dónde se perdió el aquí y el ya?
me pregunta una mujer
con la cabeza bajo el brazo.
Lo subjetivo me tapa los ojos, la nariz, los oídos,
se mete entre mis dedos irreales.
Lo que ocurre huye,
Busca donde morirse en silencio.
Inundado por posibilidad,
permanezco mudo bajo
el peso de tanta sensación
en capas en ondas en partículas
como alfileres que insisten
en lo específico mientras la
puerta gira como una tabla
de salvación sobre los rápidos
de un río de lo particular en muchos
lugares al tiempo patas arriba pero
convencido de estar acá y acá y acá
con este esta y estos aunque no sea
en ese idioma con ese pasado y nada
al fin llega más allá de la duda si se sigue
viviendo al cerrar y abrir el ojo.