Escribir poesía, en su sentido más genuino, consiste en la creación de un mundo en el que la vida se transfigura en otra a través de la conexión del poeta con el lenguaje. La verdad de la poesía, aunque se refiera a la vida vivida o a sus recuerdos, no es autobiográfica sino universal. Hay en estos dos poemas de Juan Pablo Roa (Bogotá, 1967) la creación de un mundo poético único y verdadero. El primer poema es una poética. En los versos la voz elige un lugar discreto, no es él, es su mano la que escribe «como las alas nocturnas / de quien conoce la caída». La poesía se revela aquí como una fuerza sujeta a leyes, manifestada en la metamorfosis de lo que se puede ver: mar, huracanes, río, neblina, remotos aeropuertos. La ventana también es un elemento de gran poder expresivo y simbólico dentro del poema puesto que separa el yo lírico del mundo (representado por el mar del fondo).
El segundo poema es un poema sobre el amor. La mano como símbolo del creador, aparece nuevamente en este poema y el poeta declara que ella, la mano, “no es más que la voz del cuerpo”. Nuevamente el poeta escribe “frente a la oscuridad del mundo” como en el primer poema, aunque ahora el tema sea el amor. En efecto, cuando habla del amor, Juan Pablo Roa lo eleva a la totalidad de su significación, y parece invitarnos con su poema a pensarlo como la expresión más alta de la existencia.
Comparto con ustedes este par de poemas de Juan Pablo Roa, ambos sin título, en su versión original seguida de la traducción al portugués de Nuno Júdice.
Mas quem, em usual ocasião,
verá sucessivos incêndios numa mesma rua
IDA VITALE
ESCREVO com minha lâmpada
frente à obscuridade do mundo
para que o canto permaneça.
Tudo era um espelhismo:
viver, pensar, fugir
eram um só traço.
Algo quebra os vidros do mundo
e suas largas margens trazem intempérie,
a insidiosa janela que põe distância
entre a mão que escreve e o mar de fundo.
«¿Pero quién, en usual ocasión,
verá sucesivos incendios en una misma calle?
IDA VITALE
ESCRIBO con mi lámpara
frente a la oscuridad del mundo
para que el canto permanezca.
Todo era un espejismo:
vivir, pensar, huir
eran un mismo trazo.
Algo rompe los cristales del mundo
y sus anchas orillas traen intemperie,
la insidiosa ventana que pone distancia
entre la mano que escribe y el mar de fondo.
Sob os furacões da noite
como um rio que começa a passar
por trás da tormenta,
a mão abre caminho
através do papel
e da boca que escreve.
Às apalpadelas,
mais além do fundo da neblina,
essa mão que escreve
escreve sem saber que sabe
o que agora sabe,
como folhagem inscrita dentro da lama.
Escreve
com as asas nocturnas
de quem conhece a queda
e não obstante olha
para remotos aeroportos.
Mais perto da pátria que a espera
do que da paisagem a que se deve,
essa mão escreve na noite
consciente de que a noite corre
para os altos ares do desejo.
(entre os recifes da noite)
Bajo los huracanes de la noche
como un río que comienza a pasar
tras la tormenta,
una mano se abre camino
a través del papel
y la boca que escribe.
A tientas,
más allá del fondo de la neblina,
esa mano que escribe
escribe sin saber que sabe
lo que ahora sabe,
como follaje inscrito dentro de la llama.
Escribe
con las alas nocturnas
de quien conoce la caída
y sin embargo mira
hacia remotos aeropuertos.
Más cerca de la patria que la espera
que del paisaje al que se debe,
esa mano escribe en la noche
a sabiendas de que la noche corre
hacia los altos aires del deseo.
(entre los arrecifes de la noche)
PODE o amor também dizer-se
numa longa litania
desembuçada de angústias mas com mão firme,
com lente de entomólogo
sem incomodar os vizinhos
com obscenidades sonoras
ou com cantos esvaziados por completo
da mínima verdade.
Já não é a voz da boca
que a partir de um eu o nomeia,
mas sim a mão
que não é mais do que a voz do corpo.
Pode-se dar-lhe uma geografia,
um nome de cidade, talvez,
mas seria demasiado
dar-lhe um nome próprio com todas as suas vogais
porque nestes casos primeiro está
o ramo nu, e não a folha
que cobre de amarelo e ocre
qualquer caminho.
(mas o fogo sobrevive a chama)
PUEDE el amor también decirse
en una larga letanía
desembozada de angustias pero con mano firme,
con lente de entomólogo
sin abrumar a los vecinos
con obscenidades sonoras
o con cantos vaciados por completo
de mínima verdad.
Ya no es la voz de la boca
quien desde un yo lo nombra,
sino la mano
que no es más que la voz del cuerpo.
Se le puede dar una geografía,
un nombre de ciudad, tal vez,
pero sería demasiado
darle un nombre propio con todas sus vocales
porque en estos casos primero está
la rama desnuda, y no la hoja
que cubre de amarillo y ocre
cualquier camino.
(pero el fuego sobrevive a la llama)