el encuentro

Como siempre, lo primero que hago es echar un vistazo al libro. De entrada, todo son preguntas. Lo que más llama mi atención es esa presencia incuestionable del blanco, ese hueco, ese agujero que ocupa, ¿des-ocupa?, la parte central de la página (sólo «mancillada» por un minúsculo icono que se desliza por ella en seis ocasiones); una página atravesada en los márgenes superior e inferior por líneas de escritura que parecen dialogar entre sí, tal espejo y reflejo de los pronombres que dan forma al sujeto: al que escribe y también al que lee; líneas que trazan itinerarios, recorridos des-doblados para la mirada.

la cita

Hecho esto, reparo en la cita, umbral del libro, perteneciente a Diario de la mirada de Bernard Noël: una suerte de anticipación:

El trazo tiene doble faz: es nuestra locura de ir hacia las cosas y la loca contención que nos impide alcanzarlas, al velarlas con el deseo mismo que tenemos de ellas.

Envés y revés. Antes y después, ¿entre?, presencia y ausencia. La grieta, la herida, la fisura (fi sura)… ¿Acción imprudente, insensata, poco razonable, la de ir hacia las cosas?: lo inefable, lo difuminado, velado. Contención–represión: imposibilidad de alcanzar cualquier cosa por la sed de llegar a ella, aunque intuyamos un posible punto de fuga: ilusión que pronto se desvanece, pues sabemos que «el punto cero anida en el imaginario.»

la cubierta

Y entonces regreso a la imagen de la cubierta realizada por Leandro Alonso, quien, con gran maestría, traza gráficamente la(s) figura(s) del enigma que la escritura formula (muestra/oculta) en el interior: arriba, abajo, oblicuidad, secuencias, paralelas, punto de fuga, hipérbola…, todo ello repartido, dentro, en dos zonas complementarias u opuestas según el tramo en el que nos encontremos. Pues S es múltiple y diversa, visible e invisible, expresión de lo que no se dice, aunque diga; de lo no posible (im-posible), aunque audible. Lo otro, dicho y desdicho, antes y después de la «dentellada del verbo».
Y me pregunto qué es un trazo. ¿Y trazar?: representar, diseñar, dibujar, proyectar, escribir, describir, relacionar, indicar, marcar… Esto es lo que parece hacer Cubero en este libro. Esto. ¿Es el verbo capaz de tanto, de tan poco?

 

la dedicatoria

TRAS la cita de Bernard Noël, y pasada la barrera del prólogo, que de momento no leo, entro en TRAZO (S) desde una dedicatoria: Para Ana Belén, seguramente la misma Ana Belén des-velada (Martín Vázquez) que, al final, da algunas pautas sobre la noción de límite y otras cuestiones: el sujeto, el lenguaje, la alteridad…, relacionadas con la poesía de Alberto Cubero.

y ya dentro…,

terminado este ritual y sin más preámbulos, llego a la página 13 donde, en la parte superior, unas palabras inauguran el trayecto que se cerrará (aparentemente) en la página 103 con esas mismas palabras:

«qué tras la dentellada del verbo en la pulsión».

Ni una sola mayúscula en todo el recorrido, como si todo «comenzase» en lo ya comenzado, como si lo que se expresa en primer término no fuera sino parte de algo no visible aquí, no dicho, no sabido…, porque todo está en tránsito y asistimos a ello en un punto (in)determinado que no es principio ni final, sólo un punto en el plano que, en un momento dado, nos alcanza, nos roza: voz y gesto.

frag men tar lo:

pregunta, cuestionamiento: el enigma: qué

después de, de algo que desconocemos, que es indecible, tal vez: tras

mordisco del lenguaje, un lenguaje a menudo insuficiente que nos permite (que nos permita) exonerarnos por la palabra: la dentellada del verbo

(zarpazo) en el impulso de escribir, mientras escribimos, mientras la escritura se escribe al tiempo que nos escribe, escribe a todos los que somos en ella, dentro y fuera del lenguaje, dentro y fuera de los márgenes destinados a escribir [(la)-(nos)] dentro y fuera de la vertical y la horizontal, para «desgarrar lo inhabitable y, una vez dentro, construir (construirás)»: en la pulsión

dentro del afuera / hay otro adentro / más hondo

La incógnita es saber qué sucede después de ser mordidos por el verbo cuando tenemos ese im-pulso de escribir. Pues este libro se sustenta en una incógnita que no se resuelve, que no puede resolverse, porque tal vez no tiene re-solución o simplemente solución. Y entre la primera línea y la última: las distintas manifestaciones de la herida, lugar desde el que se escribe, por el que fluye cuanto intentamos decir horizontalmente, al tiempo que se genera una cierta idea de verticalidad, de ascenso y descenso, de abismo incluso, que permita (que permite) el tránsito de lo lleno a lo vacío, de lo presente a lo ausente, para volver a llenar lo que no puede ser colmado por ninguna palabra. Pues detrás de cada palabra existen intenciones invisibles, poéticas, no evidentes en una primera lectura, en una única lectura, ya que los «trazos se expulsan mutuamente» y «callan los signos del azar agazapados».

Una disposición (arquitectura) como la de TRAZO (S) no puede ser un simple recurso ornamental, una estructura arbitraria. Algo más trascendental ha de ocultarse en sus páginas (dentro y fuera) para obligarnos a mirar de otra manera, a leer entre palabras, entre sílabas y letras, antes de hacerlo entre líneas. Antes de hacerlo de arriba a abajo, de izquierda a derecha y viceversa.

¿Son dos (dos) los caminos propuestos para transitar por este espacio tan vacío, (aparentemente), tan desnudo, tan despojado que, bien mirado, parece velarse para desvelarse y desvelarnos? Todo, los significantes y su ausencia, habla aquí, en el transcurrir de las líneas cuando vamos del principio al final y cuando, agotado el libro, todo invita a hacer el recorrido inverso; todo nos pone en estado de alerta llevándonos a mirar dentro de cada fisura, de cada rasgadura, de cada sima abierta entre palabras, de página a página, de norte a sur y viceversa. Pues todo lo que sigue es al tiempo todo lo que precede, dependiendo del lugar de la abscisa en que nos situemos en ese plano cartesiano donde el lenguaje nos deposita y abandona:

Te aproximas a / dudas / te aproximas / llegas /
no hay puerta / y ahora qué

errar
lo constatado
des-trazar
la abscisa

¿Cómo puede ser algo, a la vez, el antes y el después?, ¿dónde situarnos para que lo imposible devenga (im) posible y lo incierto (in) cierto?, ¿para («y ahora qué»), a fuerza de dudas, aproximarnos a ese lugar donde «no hay puerta» y, «sin voz» llegar a la quietud «frente a nadie», llegar a una voz transparente, invisible, fundida con el blanco de una página en la que, «desde los umbrales », encontrar «letanías / que recompongan / la savia?» Lugares para que el miedo se diluya a través de «una luz que no existe», en el hueco, «el agujero que grita», pues todo el armazón («arquitectura») está dispuesto aquí para dar forma al enigma.

«El devenir son trazos que se expulsan mutuamente». Y nos sabemos «rasguños de lo imperceptible». Pero des-aprendemos «recorriendo márgenes», buscando el rastro de algo que desconocemos, que ni siquiera buscamos, pues estamos en diálogo con el otro que es espejo y límite, y no. El que «interpela lo que no somos». «Interpela fracturas que negamos» tres veces. El otro que eres tú, el otro que te lee, que te da forma dentro y fuera de los márgenes de una blancura dispuesta a recibir «lo imposible necesario». Ese blanco que «conforma al sujeto», una «alteridad expectante». Que permite trazar para des-trazar; romper la horizontal, intuir un eje vertical inexistente (in-visible) para poder llegar (a-cercarnos) al origen. En definitiva, retroceder para avanzar. Y entre el antes y el después: el ahora («y ahora qué»), el aquí («arquitectura del enigma»). Buscarse, ¿encontrase?:

Y así / entre jirones / llegar a / o vienes a ti / el exilio

Haz y envés, norte y sur, coordenadas inseparables, inevitables, presentes aunque no siempre perceptibles:

«trozos de voz trazo (s) de escritura» / «significantes en continuo movimiento»

«penumbra en latitudes alienadas», enajenadas, pero también, por un giro anagramático, alineadas: «no abandonar el recorrido de la cuerda»

«líneas que generan planos des-localizados»

«espacio expandido»

Y el escritor, inexorablemente, y por extensión el lector, deviene un Prometeo:

pájaros hambrientos
arrancan pedacitos
sin sentido
de tu entraña

Un Prometeo que ha de indagar el límite. ¿Qué límite? Frag men tar lo, dialogar (dialogas) / con el espejo / doble de tu desconocido». El otro que es «espejo y límite», reflejo y margen: «desaprender recorriendo márgenes».

regreso y encuentro con el prólogo

Llegado el momento de leer el prólogo, subrayo algunas de las palabras que, con gran celo, utiliza Evaristo Bellotti:

El papel en blanco, tan patente en Trazo (s), no es un fondo contra el que chocan los tipos de imprenta para arrojar luz, ni expresa la extensión de lo que no es visible ni hace visibles las cosas que iluminan los versos ni es el vacío.

Apenas si aparecen cosas en Trazo (s), pero si lo hacen, por ejemplo nieve, lo hacen sin relieve, extrañas a sí mismas.

Hay en Trazo (s) cosas que no se nombran (nieve), pero están. Y cosas que se nombran y no pueden verse, sólo intuirse: «intuición / de periferias…»

Y el blanco, tan auscultado desde Mallarmé, ése al que Bellotti despoja de algunos de «sus» rasgos, tal vez sea la dimensión de todo lo que escapa a las garras de un lenguaje que des-garra. Esa «aspiración a no distinguir entre centro y perímetro». O, tal vez, ese «temblor que no existe frente a tus ojos», la «doblez del temblor / su reflejo», «la desnudez donde intuiste.» O, por qué no, la más certera imagen de uno mismo: «trozos de voz trazo (s) de escritura», el lugar de la sinestesia:

ves lo que escuchas
te internas
en el nódulo
:
Lo imposible necesario:

El salto de lo evidente a lo poético sin importar si era esto lo que buscabas: «y qué si no es lo que buscabas».

el devenir / son fragmentos / y salpican

Por el momento decido detenerme, pues, como cuando leí Rayuela y aquellos dos últimos capítulos remitían el uno al otro sin posibilidad de huida, aquí, llegada al final, el libro me devuelve al principio y éste nuevamente al final, atrapándome en un lugar del que, por ahora, no quiero escapar.
Vitoria-Gasteiz, 17 de agosto 2021

*[De lo evidente a lo poético son palabras que Alberto Cubero incluyó en la dedicatoria del ejemplar de TRAZO (S) llegado a mi casa un día de julio de 2021.]

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